NIÑOS Y ADOLESCENTES

Cada niño tiene sus propios tiempos. El crecimiento no es homogéneo en todas las áreas. Ser niño no es fácil, viven en un cambio físico y psicológico constante y a muchos les cuesta hacer frente a esta situación. Los más pequeños, al no ser capaces de verbalizar lo que les pasa, suelen presentar alteraciones primarias como falta de control de esfínteres, miedos extremos, rabietas y problemas de comportamiento. Mientras que los adolescentes suelen manifestar síntomas más similares a los de los adultos, aunque enmarcados en su momento vital.

La psicoterapia con niños presenta algunas particularidades que la hacen diferente a otras intervenciones:

DEPRESIÓN INFANTIL

Es similar a la de los adultos. Sin embargo, hay que tener en cuenta la dificultad en el manejo de las emociones y su falta de recursos. Los más pequeños, a menudo no son capaces de describir cómo se sienten y, como habréis observado, tienden a quejarse de molestias físicas imprecisas, mostrarse tristes e incluso mostrar rechazo ante la escuela o el juego con amigos.

TDAH

¿Tu hijo es inatento, hiperactivo e impulsivo? ¿Esto le causa graves interferencias en el colegio, con sus iguales y/o en casa? Muchas veces resulta complicado discernir entre el comportamiento normal y el patológico. Para realizar un adecuado diagnóstico, es preciso realizar una exploración clínica que, en muchas ocasiones, incluye una evaluación neuropsicológica. Ésta nos aportará datos objetivos sobre el funcionamiento de su atención, impulsividad, velocidad de procesamiento, memoria de trabajo y planificación, entre otras capacidades cognitivas.

TRASTORNOS DEL COMPORTAMIENTO

¿Recibes continuamente quejas de profesores por el comportamiento de vuestro hijo? o ¿has percibido un comportamiento disruptivo persistente en casa que altera la convivencia en el hogar? Los síntomas más frecuentes de los trastornos del comportamiento son las conductas contrarias a las normas establecidas y la vulneración de los derechos a otras personas. Estas alteraciones desestabilizan el entorno más próximo y suelen ser unas de las demandas más recurrentes en la clínica infantil.

ANSIEDAD INFANTIL

Es un síntoma muy frecuente en la clínica infantil. Podemos ver a nuestro hijo inquieto, con lloros inmotivados, pérdida de apetito, problemas de sueño, mostrarse muy apegado a nosotros, o incluso referir cefaleas y dolores abdominales. En muchas ocasiones, la ansiedad infantil va acompañada de miedos, fobias, pesadillas y alteraciones conductuales.

MIEDOS

Desde muy temprano, los niños empiezan a presentar una serie de miedos que se caracterizan por aparecer en una determinada etapa evolutiva y tienden a desaparecer con la edad. Miedo a los extraños, a la separación, a la oscuridad, a los médicos, a la muerte… Si el miedo es intenso, persistente y tiene una repercusión negativa en el niño y en su entorno, sería conveniente que solicitarais la ayuda de un profesional.

TRASTORNOS DE LA ELIMINACIÓN

El niño se hace pis y caca cuando debería haber adquirido la incontinencia. Las causas pueden ser múltiples; dificultades en el aprendizaje, llamadas de atención, problemas emocionales diversos, cambios en el colegio, la separación de los padres, el nacimiento de un hermano pequeño, están entre los más frecuentes. Si este problema persiste en el tiempo, sería positivo acudir al pediatra, y una vez descartada patología física, consultar a un terapeuta.

FOBIAS

La mayoría de ellas aparecen en la infancia. Se trata de miedos intensos, irracionales y desproporcionados que provocan en el niño una respuesta de pánico y evitación. Las más características suelen ser las fobias a los animales, la fobia escolar, la fobia social y fobia a las catástrofes naturales. Si no se tratan, es posible que el niño presente estas fobias en otras etapas de desarrollo.

PESADILLAS

Todos podemos recordar las pesadillas que teníamos de niños o ya siendo adultos. Generalmente, empiezan a aparecer alrededor de los 3 años y ocurren con más frecuencia durante el último tercio de la noche, cuando los sueños son más intensos. Se dan más cuando el pequeño está nervioso, estresado, le ha ocurrido algo desagradable y tienden a desaparecer espontáneamente. Pero si el problema fuera grave, se repitiese con exagerada frecuencia o no desapareciera, no dudéis en consultar a un especialista.

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